“ninguna descripción, ninguna ilustración de cualquier libro puede sustituir a la contemplación de los árboles reales y de toda la vida que los rodea en un bosque real”. Maria Montessori.
No soy pedagogo, ni psicólogo, ni médico que haya estudiado científicamente la relación de los niños con la naturaleza. Soy simplemente un jardinero enamorado de la vida, la naturaleza, principalmente de las plantas, eso seres que aunque inmóviles han creado una cantidad de estrategias para sobrevivir y perpetuarse en el planeta y que gracias a ellas y a su fotosíntesis los demás seres vivos podemos existir. Mi conocimiento sobre la relación de los niños con la naturaleza viene desde mi experiencia de trabajo en el Jardín Botánico del Quindío, donde he estado rodeado de licenciados en biología, biólogos y carreras a fines que aman la naturaleza y los niños y trabajan con ellos; de la lectura especializada sobre este tema, pero sobre todo de la observación directa del entusiasmo, alegría, curiosidad que expresan los niños cuando visitan nuestro Jardín.
La naturaleza para los niños es un parque de atracciones que les ofrece estímulos fundamentales para el desarrollo de sus habilidades motoras, neuronales, emocionales y de aprendizaje; el contacto con ella mejora la salud, la capacidad de atención, la autonomía, la seguridad, la adquisición de valores (Ruiz, 2013). Mojarse, ensuciarse jugar libremente por el campo, construir casas con troncos, observar y perseguir bichos, tirar piedras a los charcos, eludir rocas, raíces u otros obstáculos de los caminos, caerse y levantarse para continuar adelante, son actividades que estimulan el desarrollo cognitivo y emocional, aumentan la capacidad de exploración, de creatividad, de destreza para la convivencia y para la resolución de problemas en los niños. El contacto con la naturaleza en la primera infancia es una huella imborrable, que se guarda como semillas que más adelante germinarán en buenos recuerdos e importantes aprendizajes (Cifuentes, Toro e Iglesias, 2018)
En ambientes naturales, es fácil trabajar en los niños la tolerancia a la frustración, debido que enfrentan a una cantidad de situaciones impredecibles como mojarse, caerse, cansarse, en donde la única solución que tienen es levantarse, aguantarse y continuar. De igual manera, el contacto con las plantas y animales, y la serenidad y la calma que exigen la conservación y contemplación de la naturaleza ayudan al niño a fortalecer los valores del respeto y la empatía (Ruiz, 2013).
Según los expertos, en todas sus etapas de desarrollo los niños quieren conocer la naturaleza, interés que ofrece la oportunidad de desarrollar relación de respeto mutuo, a su vez, habilidades de aprendizaje y competencias para el futuro a través de la experiencia. Es así, que en los primeros años de vida el aporte de la naturaleza hacia los niños es de exploración sensorial, el enriquecimiento y control motor, autocontrol, enfoque y respeto.
Entre los seis y doce años, el contacto con la naturaleza les permite aprender a relacionar, a observar, a pensar de forma razonada, a sentirse bien con ellos mismos. Y en la adolescencia ese contacto contribuye a formar a la persona social, a ejercitar su responsabilidad, libertad y autonomía, y les proporciona seguridad (Barranco, 2017). Sin lugar a dudas la naturaleza tiene grandes beneficios en la salud, el bienestar y la convivencia de las personas, por ello, caminar por un sendero natural, respirar aire puro, abrazar árboles, no solo es una forma bonita de pasar una mañana o una tarde, es invertir en nuestro bienestar. (abcdelbebe.com, 2017)
Sin embargo, muchos padres programan las actividades de sus hijos en ambientes protegidos incrementándose el consumo de nuevas tecnologías que suplantan la experiencia directa con la naturaleza y privándolos de experiencias espontáneas como mojarse, ensuciarse o hasta la picadura de un bicho. Lo cual tiene como consecuencia lo que han llamado les expertos el trastorno de deficit de naturaleza, que es la aparición de trastornos físicos y psíquicos como obesidad, estrés, problemas de concentración, trastornos de aprendizaje, hiperactividad, fatiga crónica e incremento de asmas o alergias (Coronado, 2018). Por esta razón, nosotros los padres debemos poner los medios para enseñarles a nuestros hijos amor, admiración y respeto hacia nuestro ambiente, porque el adquirir estos valores hacia él, les llevará a apreciar el mundo natural y a actuar contribuyendo a su cuidado y preservación. Y así cumplimos con nuestra responsabilidad de dejar unos mejores hijos a nuestro planeta. ¡Los esperamos en el Jardín Botánico del Quindío!
Autor: Héctor Favio Manrique Fierro, Aspirante M.Sc.,
Director General del Jardín Botánico del Quindío
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