Por Alberto Gómez Mejía
A finales del siglo pasado, exactamente en 1994, mi amigo Jaime Laserna Pinzón visitó con su familia el Jardín Botánico del Quindío, en Calarcá, y me obsequió un fruto de Caoba, que él había recolectado en una finca que tenía en la región Caribe, cerca de Santa Marta. Las semillas en el fruto venían asombrosamente acomodadas unas con otras, de manera abigarrada, de tal manera que no había una igual a la otra. La fotografía ilustra gráficamente el tema.
Tomé las semillas y las puse en vasos de plástico con tierra, como se ilustra en esta otra fotografía de la época:
Los árboles germinaron bien. Unos pocos años después conocí a una botánica del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional, quien me indicó que el rango altitudinal de esa especie era entre 0 y 1.000 metros sobre el nivel del mar y que, en consecuencia, esos árboles no se desarrollarían adecuadamente, dado que el Jardín Botánico del Quindío está localizado a 1.490 metros de altitud. Le indiqué que de todas maneras yo los sembraría y así lo hice.
Veinticuatro años después este es el aspecto que presentan los árboles: ¡tienen ya más de 20 metros de altura!
Son ejemplares hermosísimos que, según los reportes, pueden alcanzar los 45 metros. Las caobas son árboles muy valiosos y su madera ha sido sobreexplotada (Lemes et al. 2010).
Su nombre científico es Swietenia macrophylla[2]. Y aunque ostenta muchos nombres locales, se le conoce comúnmente como Caoba y Mahogany de hoja grande[3]. Se distribuye desde Centroamérica hasta Brasil y Argentina, especialmente en zonas bajas. Su madera es rojiza, maciza, ideal para ebanistería; se deja tallar fácilmente. Es muy apreciada en el comercio mundial de madera. Ha sido intensamente explotada, a lo largo y ancho del país[4], razón por la cual Colombia la incluyó en el Apéndice III de la Cites[5], aunque ahora figuran las tres especies en el Apéndice II[6]. Por su parte, la resolución 1912 de 2017 del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible “por la cual se establece el listado de las especies silvestres amenazadas de la diversidad biológica colombiana continental y marino costera” determinó que la especie Swietenia macrophylla está en peligro crítico (CR).
La historia de las caobas de nuestro jardín continúa: sin duda debido al piso térmico tan alto en el que se encontraban, los árboles ni florecieron y por lo mismo tampoco fructificaron. Pero en el segundo período seco del 2017, que hizo un calor intenso, aparecieron primero flores, luego frutos y por lo mismo semillas. ¡Este era el obsequio que me tenían los jardineros! Procedimos a sembrarlas y germinaron muchas de ellas, casi todas.
Por estas razones son un privilegio las muchas caobas que tenemos en nuestro vivero.
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